Biografia. "Mi cuerpo es una celda", Andrés Caicedo (Norma - Buenos Aires). La vida de la contrafigura de Gabo. Por Walter Vargas.
NIÑO TERRIBLE. Caicedo creía que vivir más de 25 años era una vergüenza. Se mató a esa edad.
Es que Caicedo, incondicional del cine ("yo podría pasarme los días sin otra cosa que intercambiar títulos de películas, nombres de directores"), del rock y de su Cali natal, transitó su corta vida pugnando por ponerle palabras a su desasosiego, pero no al modo de una letanía meramente confesional, replegada sobre sí, sino más bien abriendo juegos de admirable vigor ensayístico.
Su semblanza sobre la ciudad de Houston, por ejemplo, roza las fronteras de la excelencia en materia de aguafuerte; sus análisis del cine estadounidense en general, y de algunas películas en particular, abundan en agudezas y sutilezas. Sin reconocerse como poeta, se aventura en algún poema exquisito ("creo en fantasmas, vampiros y en empleados públicos que una mañana salen volando de su casa porque soy un hombre que cayó bajo el amor"). Y así…
Su prosa es una prosa que, a ritmo de locomotora, va de la semblanza al humor, del humor a la ironía, de la ironía a la ternura, de la ternura al alegato contra el orden establecido, y del alegato a la canción desesperada. Y aunque quedaría por verse si, como enuncia Fuguet, el niño terrible Caicedo representa una contrafigura ideológica de García Márquez (un feroz retratista contracultural versus un refinado cultor del realismo mágico), sí asoma evidente, que de la incomodidad con que transitó su tiempo, los valores instituidos en su época y su existencia propiamente dicha, emanó una obra imponente. Esa imponencia, pues, debería ser mensurada, valorada y celebrada de forma justa y debida.
Tomado de © LA GACETA
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